Pretender pasar de la venta de autos a la venta de políticas públicas requiere un talento muy particular. No parece ser el caso.
Con Cristina diciendo que “con esta Corte va a ser muy difícil resolver los problemas de los argentinos”, Grabois advirtiendo que él y 200.000 amigotes están dispuestos a dejar la sangre en la calle y Aldo Rico convocando a sus camaradas de armas para defender a la Patria, el género del humor político ya no tiene más espacio. Está todo ocupado por ellos.
Y si quedara algún lugarcito libre, sería imprudente intentar ocuparlo. ¿Para qué echar más nafta a este fuego que el mismo gobierno ha encendido? Estamos viviendo el resultado de 19 años de puro talento kirchnerista al frente del país. Tratar de sumarle humor es casi imposible porque con el gobierno no se pude competir.
Sin embargo, como el objetivo de esta página es entretenerlo, amigo lector y amiga lectora, vamos a contar chistes viejos y tontos, que es mucho más apropiado considerando la situación y el gobierno que tenemos.
Un tipo viene caminando por la calle y ve a otro que lleva un gato en sus brazos. Lo señala y le dice:
– ¿Araña?
– No, gato.
Pido disculpas, amigos, porque es obvio que este chiste no entraría en el top ten de nada en esta vida pero seamos sinceros: el gobierno tampoco. Probemos otro, tal vez uno más relacionado con los Kirchner.
Rebeca está llorando frente a la tumba de su marido.
– “¡Ay Moisés, Moisés!… como te me venís a morir ahora… tan de golpe, me dejaste tantos problemas, tantas deudas, gente que viene y me reclama, papeles que no se ni dónde están… Ay Moisés, Moisés, no sé cómo voy a hacer con este lío…”
De pronto se acerca un hombre y le dice:
– “Disculpe señora, usted está llorando por Moisés pero la lápida indica que el que está enterrado acá se llama Isaac”.
– “Si ya sé, lo que pasa es que Moisés nunca ponía nada a su nombre”.
Acá la estructura dramática del cuento es un poco más sólida pero tampoco es para ganarse un Pulitzer. Sirve como una manera de abordar la problemática judicial de los Kirchner o, si se prefiere, la de los secretarios de Néstor y Cristina a quienes les encontraron millones de dólares en propiedades en Miami y Nueva York. En fin, es un chiste básico que sirve para quien quiera entrarle al temita del choreo. Zafa. Veamos otro más complejo.
Una mujer decide perdonarle a su marido las reiteradas infidelidades y este, para demostrar su agradecimiento y festejar la reconciliación, le propone tener una cena romántica y cocinarle su plato preferido: caracoles al vino blanco. A la salida del laburo, el tipo va al mercado a comprar los caracoles y en el camino a casa se encuentra con una ex novia que le empieza a dar charla. Él trata de evitar la conversación, pero la mujer lo retiene e insiste en invitarlo a su departamento. Al final el tipo accede a un café breve, pero, una vez arriba, la cosa se va poniendo hot y terminan enrollados en un ataque de pasión que los deja rendidos y dormidos. Cuando el tipo se despierta ya son la cuatro de la mañana y se quiere matar. Junta sus cosas, agarra las compras del mercado y sale desesperado para su casa sabiendo que esta vez su mujer no se la iba a perdonar. En el camino trata de pensar una excusa para justificar el desastre, pero no se le ocurre nada. Finalmente llega a la puerta de su casa sin saber qué hacer y en el último segundo se le ocurre una idea: toca el timbre y arroja los caracoles al suelo. La mujer abre la puerta enfurecida y ve al tipo agachado alentando a los caracoles: “¡¡vamos muchachos, un esfuercito más que ya llegamos!!!”. Fin.
Este no es tan malo, ¿vió? Sin entrar en la cuestión de género, el cuento se conecta con la realidad nacional porque nos remite a un chanta capaz de encontrar la excusa más absurda para justificar sus fechorías. Este mecanismo está presente en nuestra política nacional cuando, por ejemplo, el “presidente” pretende explicar la catástrofe económica en la que estamos con la ya inmortal frase “tenemos una crisis de crecimiento”. O la más pintoresca: “esta crisis es culpa de los turistas que compran dólares”. Decir esto o pedirles a los caracoles que hagan un último esfuercito, es más o menos lo mismo.
Cuando alguien pretende pasar de vender autos o humo a vender políticas públicas se requiere un talento muy particular. No parece ser el caso. Veamos otro cuento relacionado con lo mismo.
Don Samuel se encuentra en la calle con Don David, que venía caminando con un monito de la mano.
– Hola David, ¿cómo estás? ¿y ese mono?
– Hola Samuel… ¿Te gusta mi monito? es lo mejor que me pasó en la vida. Es una maravilla. Vive conmigo y me ayuda en todo. Cocina, lava la ropa, limpia la casa, plancha, me hace masajes. Este monito es único, estoy feliz.
– ¿¿En serio?? Qué bien me vendría algo así… ¡¡¡Te lo compro!!
– ¡¡Noo!! Ni loco me desprendo del monito.
– Por favor David, pago lo que me pidas… poné la cifra vos…
Samuel y David discuten el tema hasta que finalmente David acepta venderle el mono a Samuel en 10.000 dólares. A la semana se vuelven a encontrar en la calle.
– ¿Y Samuel?, ¿cómo está el monito?
– ¿¿Qué como está el monito?? ¡¡Un desastre!!! El mono no sirve para nada, me rompió los sillones, destrozó mi cama, toda la casa sucia, arrancó las cortinas, se come todo lo que tengo en la heladera, es una pesadilla, ¡¡¡¡no sé qué hacer con este mono de mierda!!!!
– Shhhh, tranquilo Samuel. No hables mal del monito porque no se lo vas a poder vender a nadie.
En este caso, es obvio que David, además de saber vender cualquier cosa, en este caso monos, tiene la estrategia apropiada para cuando llega el reclamo. Exactamente lo que le falta al “presidente”. Moraleja: en política podes ser vendedor de monos, de autos o de humo, pero siempre tenés que tener la próxima carta en la manga. Por eso, ahora que Alberto se quedó sin respuestas, no queda más remedio que salir a cuidarlo porque lo están meando de los cuatro costados de la cancha.
Esta última frase habilita a recordar uno de los chistes más famosos que corría en los años 70. Sintetiza en tres renglones todo lo que nos pasó en esos tiempos.
Dos militantes de la JP están enterrados en la arena hasta el cuello. En eso aparece Perón, se acerca, se baja la bragueta y los mea en la cabeza. Uno le dice al otro: “Yo te dije que el General nunca nos iba a cagar”. Fin.
Acá el revisionismo histórico es clave para poder abarcar la dimensión del relato. Apuesto cualquier cosa que Cristina está de acuerdo con esta pintura de los hechos, aunque nunca se animaría a confesarlo. Es un cuento un poco guarango, pero vale. Tengo peores, pero los dejamos para otro día.
Volviendo al presente, y sin llegar a los extremos del caos civil que nos proponen Grabois, Cristina, Alberto y varios más, veamos otro.
En un salón del conurbano está Mayra Mendoza participando de una pequeña reunión, rodeada de dos mujeres y explicando mate en mano (textual): “yo soy una militante política y defiendo los intereses del pueblo… que son los intereses de las mayorías, de los trabajadores… de las trabajadoras… de toda la vida… sabemos que HAY QUE EXIGIRLE MÁS AL GOBIERNO NACIONAL Y DECIRLE QUE SE HAGA CARGO… (acá se corta el video y ya no se escucha lo que dice Mendoza, una de las principales figuras del Frente de Todos, o sea del GOBIERNO NACIONAL). El chiste no es chiste, sino que es verdad, puede verse en las redes y tampoco tiene remate. Sobre esta base podríamos lanzar un concurso nacional de chistes malos.
Tengo otro: el viernes cerró a 338.
P.D. Le deseamos a Gabriela Cerruti buena suerte en el sorteo.
Alejandro Borenzstein (Clarin)