Relato de un naufragio: el Presidente que cada día controla menos y la Vice que juega en el precipicio
Alberto Fernández actúa como si a los K le alcanzaran con los símbolos. Un acuerdo con Cristina Kirchner ya parece imposible. Sin herederos en el kirchnerismo muchos ya la ven a ella como candidata en 2023.
Relato de un naufragio: el Presidente que cada día controla menos y la Vice que juega en el precipicio
Cristina Kirchner y Alberto Fernández en su último acto compartido: el 3 de junio en Tecnópolis. Foto: Reuters
“Yo no la llamo, que llame ella”. El tour de force telefónico entre el Presidente y la vice fue de más de cinco horas. Como dos adolescentes o, para decirlo de otro modo, como dos políticos que no están a la altura de su rango.
“Este gobierno es un…desgobierno”, me dijo hace unas horas un gobernador “oficialista”.
Todas las fuentes del Gobierno consultadas coinciden en describir a Alberto como “ido”, “aislado”, “en Narnia” o en una “realidad paralela”. Tanto insisten en esas metáforas que hasta se me ocurrió imaginarlo a Fernando De la Rúa (¿en el Cielo?) festejando que ya no tiene el primer lugar.
Recuérdese que el presidente abandonó A23, su proyecto de reelección recién la semana pasada. Alberto no ha sido, ojalá empiece a advertirlo ahora, consciente de su deterioro: pasó del 80% de imagen positiva al mismo rango de imagen negativa en poco más de dos años.
“Saben que los peronistas somos atolondrados, que somos chorros. ¡Pero no que somos boludos!! “, se enojaba frente a este diario otro gobernador, histórico del PJ. “Y este boludo ¿qué hizo? ¡¡¡Se dejó sacar una foto!!!”
Al gobernador no le preocupaba la violación de la cuarentena, tampoco el festejo sino la ingenuidad del que está posando, en un delito, frente a una cámara. La foto de Olivos fue el punto de inflexión y el comienzo de la caída libre.
La foto del cumpleaños de Fabiola en la Quinta de Olivos durante la etapa más dura de la cuearentena. Su difusión marcó un quiebre en el gobierno de Alberto Fernández.
La foto del cumpleaño de Fabiola en la Quinta de Olivos durante la etapa más dura de la cuearentena. Su difusión marcó un quiebre en el gobierno de Alberto Fernández.
Es cierto que antes sucedió la vacunación VIP, pero en aquella bolsa había demasiados gatos. No le pegaba a Alberto Fernández de modo individual. La venalidad de la Justicia que convirtió el delito en una cuestión de dinero termino de sellar el escándalo.
“Miren que yo puedo mostrar mis chats y hay gente que no puede”, amenazó Cristina Kirchner días atrás. Sus palabras públicas referían a costumbres privadas: la ajetreada vida íntima del Presidente le impide hacerlo.
Cristina lleva tiempo peleando contra la Historia y tratando de no embarrarse con la coyuntura. Cree, ingenuamente, que el público no la percibe como responsable de lo que sucede. Este es el gobierno de Alberto, piensa. Por eso sus intervenciones, aunque demoledoras, son quirúrgicas. Le dice a quien quiera escucharla que se equivocó con el candidato y siente el genuino asombro del Dr Frankenstein cuando el Monstruo se dio vuelta y corrió a atacarlo. Siempre que eligió a un candidato, se equivocó: Cobos, Aníbal Fernández, Boudou, Alberto.
La chance de que Cristina sea candidata
Tiene 69 años; no está preocupada por la prisión sino por la mancha que esta dejaría en los libros de texto. Y por otra cosa: no tiene herederos. El kirchnerismo no tiene herederos. Este pensamiento, que la corroe, es lo que podría llevarla a presentarse como candidata. Hay quienes le adivinan un futuro como senadora en la provincia de Buenos Aires para refugiarse en los fueros. Sin embargo, las fuentes oficiales que consulté en los últimos quince dias no dudaron: “Sí, claro que se puede presentar”, me dijo un ministro.
“Sí, yo también lo creo”, dijo alguien íntimo del triunvirato de gobierno.
“Sí, yo creo que sí…”, dijo un gobernador y agrego: “Si Macri se presenta”.
Yo me imaginaba el afiche de una nueva película de Marvel o DC Comics, “La batalla final”. En cualquier caso, la fuerza de Cristina contra Alberto debe ser controlada: no puede empujarlo al precipicio. Si lo hiciera, los hechos se adelantarían.
Jugar a la mancha al borde del precipicio es un deporte peligroso, pero, para Cristina, el único posible. Aún las pocas convicciones que quedan de Alberto (¿quién lo conoce, realmente?) son suficientes para que un acuerdo con Cristina sea imposible: no está sentado con el peronismo, está discutiendo poder con el kirchnerismo. Alberto actúa como si a los K les bastaran los símbolos y ahora está aprendiendo que lo que buscan es simplemente el Estado.
Esta semana, en A Dos Voces, Silvina Batakis habló de más. Su comentario respecto del turismo y la “colisión de derechos” mostró lo que verdaderamente piensan. Tambien, la noticia de su hijo de viaje en el Reino Unido fue esperable. En general sentencias como la primera encubren noticias como la segunda.
La portavoz, por su parte, dio la sentencia final a este capítulo: “El presidente está en control del país”, dijo Cerruti. No hizo falta nada más para saber que cada día controla menos. (Jorge Lanata – Clarín.comOpinión)