La inmunización es el proceso por el que una persona se hace resistente a una enfermedad infecciosa, por lo general mediante la administración de vacunas. Sobre su importancia opinó para Télam el Dr. Enrique Vicente Casanueva Martínez, docente de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y médico pediatra del Hospital Universitario Austral.
Este año tendremos un nuevo mundial de fútbol. Personas de todo el mundo se reunirán en Catar, ya sea como protagonistas de las selecciones representativas de cada país competidor o como fanáticos alentándolos. Si tenemos en cuenta que la mayoría de las infecciones inmunoprevenibles (como el sarampión, la poliomielitis, la difteria, la meningitis, papilomavirus y muchas otras) se transmiten de un ser humano a otro, ante la falta de vacunas las llevaríamos con nosotros y las trasmitiríamos a otras personas, y también ellas a nosotros.
A lo largo de la historia, las grandes concentraciones de población -como las cruzadas y peregrinaciones- fueron el medio por el que las epidemias que se transmiten por vía respiratoria se extendieron a lo largo del mundo. El control de estas infecciones dependía fundamentalmente de la inmunidad natural, medidas de cuarentena e higiene.
En un mundo sin vacunas, cada aliento, cada grito de gol contagiaría a cientos de personas que iniciarían una epidemia al volver a sus países.
Pero, ¿qué es lo que sabemos de algunas de estas infecciones en el pasado? La difteria, con un 20% de mortalidad y conocida como “garrotillo” en España, fue tan importante en 1613 que ese año se recuerda como el de los garrotillos. El sarampión, antes de la introducción de la vacuna en 1963, era una enfermedad “obligada” en la niñez, lo que causaba epidemias de grandes proporciones cada dos o tres años, de tal manera que a los 20 años de edad más de 90% de la población mundial ya la había tenido, logrando la famosa inmunidad natural. Sin embargo, en los años 80, esta enfermedad aún causaba cerca de 2,6 millones de muertes en el mundo. Se estima que la mejora en el acceso a la vacuna contra el sarampión evitó unos 20,4 millones de muertes entre el 2000 y 2016.
Se considera que el fútbol actual comenzó en 1863, cuando en Inglaterra se fundó la primera Asociación de Fútbol, aunque existen antecedentes en el primer diccionario de la lengua guaraní, escrito en 1639, de un juego de balompié (manga ñembosarái) que se practicaba en San Ignacio Guazú, la primera misión jesuita fundada en Paraguay.
Al igual que primero fue la pelota y luego el fútbol, primero fueron las enfermedades y luego las vacunas. Pocos años después de la publicación de Variolae Vaccinae de Jenner -considerado el padre de la vacunología- en 1803, Carlos IV ordenó que se realizase la “Expedición Filantrópica de la Vacuna”. Fueron los médicos Javier Balmis y Josep Salvany, y la enfermera Isabel Zendal los encargados de llevarla alrededor del mundo.
Actualmente, podríamos hacer dos equipos de fútbol con las vacunas que disponemos. Por un lado, el “Equipo Vacunas virales”: sarampión, rubeola, paperas, varicela, poliomielitis, rotavirus, hepatitis A, hepatitis B, papilomavirus, fiebre amarilla, Gripe; y por el otro, el “Equipo Vacunas bacterianas”: BCG, H influenzae, Neumococo, Tos convulsa, Meningococo A, Meningococo C Meningococo W, Meningococo Y, Meningococo B, Difteria, Tétanos.
Así como tenemos el mundial de fútbol, este año celebramos la 20ª Semana de Vacunación en las Américas y la 11ª Semana Mundial de Inmunización, con el llamado a la acción “¿Estás protegido? Ponete todas tus vacunas”. En palabras de la Organización Mundial de la Salud, recordemos que “las vacunas brindan la oportunidad y la esperanza de que todos disfrutemos de una vida más plena. Y eso es algo por lo que todos deberíamos luchar”.
POR DR. ENRIQUE VICENTE CASANUEVA MARTÍNEZ