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ECONOMÍA: EL SEGUNDO SEMESTRE DE BATAKIS

El «segundo semestre» pasó a la picaresca política como una de las mayores gaffes del ex presidente Mauricio Macri. Pero a diferencia de aquella bonanza que nunca llegó, este año del Señor 2022 exhibe unos meses realmente complicados para la flamante ministra. Y no sólo por el costado político, que luego veremos. El tema es que mientras el mercado cambiario se mantiene volátil, pero relativamente controlado, espera su turno el tratamiento de la deuda en pesos, la válvula de escape al financiamiento de un gasto que no se frena como debería para llegar a un déficit del 2,5% del PBI este año, según el acuerdo con el FMI.

La cuestión es que se acerca una catarata de vencimientos de la deuda en pesos, que superan en mucho los nominados en dólares. A fines de este mes, vencen $510.000 millones y en agosto otros $547.000, siempre en millones. En setiembre hay un tsunami de $1.055.886 millones (1,056 billones) y en octubre otros $508.723 milones. El último bimestre está protagonizado por noviembre, con $606.447 y diciembre con $455.069 millones. Dejo a los lectores la suma que, anticipo, supera los 3,5 billones de pesos.

Una simple comparación: Silvina Batakis, la ministra de Economía, lo dijo con todas las letras: no podemos gastar más de lo que recaudamos. Esta especie de «déficit cero» de anteriores administraciones se lograría centralizando todas las erogaciones del sector púbico nacional y algunos organismos descentralizados, para lograr un ahorro de $600.000 millones. La cifra suena muy fuerte, pero ¿lo es?

Como Batakis aseguró que no habrá «reperfilamiento» (otra boutade del macrismo), habrá que pensar en mecanismos muy creativos, si los hubiera, para rollovear al menos un porcentaje significativo de la deuda, sin considerar nuevas necesidades de financiamiento para un segundo semestre que pinta muy picante en materia inflacionaria (mañana se conocerá la cifra oficial de junio que daría por encima del 6% y sería otra preocupación adicional para la Ministra).

Resolver la trampa de la deuda implica, obviamente, un trabajo muy cercano con el Banco Central, un mecanismo que con Martín Guzmán tuvo cortocicuitos, y una mayor presencia de Miguel Ángel Pesce, titular de la entidad monetaria en el diseño e implementación de la estrategia. Una parte ya se vio: el BCRA lanzó una especie de seguro para los tenedores de bonos que les permitiría a los inversores desprenderse del título endosandolo al Central. La otra sería un «toque» a los encajes para permitir el uso de título u otro tipo de papeles en la integración y, la de fondo, convertir una parte de las Leliqs en bonos de la deuda. El programa deja una certeza y una duda: primero, la tasa de interés subirá. Segundo, ¿habrá tomadores de deuda con vencimiento post octubre 2023? Esta pregunta es la que comenzará a develarse a fin de mes.

Eso por supuesto, no resolverá los problemas estructurales de la Argentina y, probablemente, sume efectos recesivos al super cepo que afecta cada día más a la producción y, de manera poco explicable, también impulsa la suba de precios de productos que ni de cerca son rozados por el impacto de la suba del dólar, en cualquier versión que se tome.

Y como el gobierno no puede dejar de endeudarse en pesos que prometió no defaultear, en principio esto asoma más preocupante y urgente que la falta de dólares, «Aunque usted no lo crea» (Believe it or not), como decía Jack Palance en el impar programa de TV que merecería un lugar en Canal 7 (recomendamos buscar la nota de Pablo Molinari — #PerdónCentennialis– sobre Robert Ripley, creador del programa).

Pero antes de cerrar este Bolsillo, una mirada sobre el contexto político. Todo parecería indicar un giro más que interesante para el «politics labs» de turno. En primer lugar, Batakis no pertenece al Instituto Patria y no es parte de riñón cristinista (de hecho los sufrió mucho, sobre todo a Axel Kicillof en su rol de ministro de Economía de Cristina Kirchner) y, dicen los que saben, su nombre habría sido dejado sobre la mesa por Miguel Ángel Pesce, titular del BCRA, un hombre muy molesto con el último Guzmán, el que lo criticaba y lo hacía responsable por muchos de los cortocicuitos entre Reconquista y Balcarce, sedes de ambas dependencias públicas.

Por otra parte, simplificadamente, la ministra podría tener algún puntal con Daniel Scioli, quién la apoyó con fuerza y optimismo. Y aquí llega la incógnita de siempre: ¿apoyará Cristina el plan de Batakis? ¿La presencia de Augusto Costa -hombre de Kicillof y creador de Precios Cuidados- junto al ministro de Desarrollo Productivo es una señal de apoyo o no? Esto tiene una connotación casi dramática, pero no deja de tener un toque del mejor humor negro inglés.

Mientras se espera esa definición, lo real es que el discurso de la Ministra podría sonar como un baldazo de algo desagradable para los sectores más vinculados a la vicepresidente. Poner el ojo en el déficit no suena muy progresista ni revolucionario, pero a todas luces es mucho más eficiente que los discursos vacios de contenido de tantos otros. Una disgresión: la Argentina nunca fue más indepediente que entre 2003 y 2007, cuando tenía superávits gemelos (comercial y fiscal) y el 3 de enero de 2006 canceló la deuda con el FMI de US$9.800 millones con divisas propias. Un gasto innecesario, pero simbólico. Néstor Kirchner, se sabe, tuvo un secretario de Hacienda extraordinario, Juan Carlos Mosse, que todos los días temprano le pasaba los datos de ingresos y egresos de la Nación. Luego Kirchner viró de rumbo y dejó la presidencia. Y pasaron otras cosas.

Lo real es que el déficit fiscal es la madre, y el padre también, de la deuda (en pesos y/o dólares), el verdadero y gran enemigo de los sectores de menores ingresos. Aunque usted no lo crea y le quieran vender un buzón

Por Oscar Martínez (Clarín Bolsillo)

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