LA LEYENDA AYANA Y EL ESPÍRITU DEL ÁRBOL

LA LEYENDA AYANA Y EL ESPÍRITU DEL ÁRBOL

Las personas que se nos han ido han sido y son de gran importancia en nuestra vida, marcándonos duramente. Algunas culturas establecen la posibilidad de contactar con aquellas personas que ya han fallecido, Un ejemplo de ello lo encontramos en la leyenda de Ayana y el espíritu del árbol.

Dice la leyenda que había una vez una joven niña de nombre Ayana que había perdido a su madre, y que pese a ser dulce y buena únicamente tenía como compañía a un padre ausente a una madrastra acosadora. La niña acudía todos los días al cementerio a hablar a con su madre, a la cual oía suavemente. Un día, al lado de la tumba de su madre vio un pequeño árbol, que con el paso del tiempo fue creciendo hasta dar frutos. La voz de su madre sonó en aquel momento, indicando que se los comiera.

La joven disfrutó del sabor, y decidió llevarles algunos a su padre y madrastra. Esta última le exigió saber de dónde había sacado el fruto, ya que lo deseaba para sí. Ayana la llevó, pero el árbol alejaba sus ramas de la mujer y solo permitía que la niña lo tocara. Ello hizo que la madrastra ordenara a su marido cortar el árbol.

Tras ello la niña siguió volviendo a ver la tumba de su madre, de la cual otro día vio crecer una calabaza de impresionante sabor. Esta poseía un néctar que recordaba a Ayana el afecto de su progenitora. Pero un día la madrastra la vio y la siguió, y tras probar el néctar y comprender por qué los últimos días la niña estaba tan feliz decidió destruirla.

Otro día y una vez había descubierto la destrucción de la calabaza, Ayana descubrió la presencia de un riachuelo de características semejantes. En esta ocasión la madrastra tapó con tierra el río. La niña decidió alejarse a partir de entonces de la tumba, por miedo de que la madrastra llegara a destruirla.

Pasaron los años y la niña se hizo mujer, de la cual se enamoró otro joven al cual ella correspondía. Sin embargo, la madrastra le exigió al joven que demostrara ser digno de Ayana, para lo que le mandó cazar doce búfalos.

Ayana le contó la historia a su novio, el cual decidió ir a ver al árbol, y allí tras ver los restos del árbol cortado. Le pidió permiso a la madre de Araya para casarse, algo que le fue concedido y que el joven notó como una sensación de beneplácito y bienestar al coger la madera: el beneplácito de la madre de su futura esposa.

De la madera del árbol el joven hizo un arco, el cual le ayudó a abatir a los doce animales. Así, Araya y su marido pudieron llegar a casarse independientemente de la opinión de la madrastra.

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