Las opiniones y las contradicciones señaladas por Perdiguero conllevan a preguntarse ¿Quién mató a Güemes? Al respecto, el escritor expresa:
El Barbarucho Valdez, dice la crónica histórica… ¿solamente él? ¿Él y los soldados que dispararon las balas aquella noche del 7 de junio de 1821? ¿No habría alguien detrás? … ¿Alguien…algunos resentidos, que por odio a Güemes facilitaron al enemigo la oportunidad sorpresiva de caer sobre la persona de un gobernador con la ciudad en su poder, llegar casi hasta su propia casa y consumar el atentado?
Por allí, entre las sombras, se han pronunciado nombres. Los de los que habían hecho posible el operativo. Falta encontrar, leer el documento que alguien asegura, existe. Cuando salga a la luz, algo puede modificarse. Mientras tanto, siguen jugando circunstancias muy significativas y -¿por qué no?- sospechosas, que hacen pensar que muchos que no eran precisamente realistas estaban en la confabulación, y que por eso celebraron la muerte del guerrero incansable; que por eso pusieron en circulación panfletos como los que anduvieron por las calles de Salta al conocerse la noticia de Güemes.
Retornemos al Dr. Atilio Cornejo, que dice:
Las pasiones, sin embargo, llegaban al extremo. Con la muerte generalmente se acallan. Más, con la de Güemes sucedió todo lo contrario. No faltaron, en efecto, oscuros libelos en los que se celebraba su muerte. Desde Tucumán escribían a Córdoba diciendo: Ya tenemos un cacique menos que atormente el país. Pero no era únicamente el anónimo. En la Junta Provincial de Salta el 5 de agosto de 1821 su presidente, don Facundo de Zuviría, que más tarde modificaría su concepto sobre Güemes, pronunció, dicen las actas, un elegante discurso reducido a patentizar el estado
examine de la provincia, llamando gobierno arbitrario e inicuo al del Grl. Güemes. En la sesión del
10 de agosto de 1821 el Presidente hacía moción para que, por la representación soberana de la provincia, reconcentrada en la Honorable Asamblea, sean recompensados los servicios distinguidos del Coronel Saturnino Saravia, a cuyos esfuerzos y sacrificios debió la provincia de Salta su libertad del yugo feroz del gobernador Güemes, que le despotizaba y oprimía.
22 años difundiendo la más original y la menos conocida gesta emancipadora de América Cuando la Patria estaba en peligro, se producía la muerte de su más ardiente defensor ¿Y eso era lo que se celebraba tan entusiastamente?
Sobre esos sospechosos odios hay que reconstruir una página muy importante de la historia de Salta, o sea, de la Nación Argentina.
La muerte de Güemes fue provocada por la sagrada causa de su elección: la libertad de su tierra, y no por secretas y prohibidas polleras como quiso enlodarlo la negrura de la leyenda. Por lo demás, Salta conoce la verdad de su muerte. Y la sufre en el tremendo renunciamiento de Carmencita Puch.
Y la muerde la santa indignación de Macacha Güemes, que desde su tumba sigue acusando.
Todas estas cosas las sabe Salta, donde Güemes tiene muy bien colocada su estatua. La única que está en deuda, es Buenos Aires.
De esta manera, César Perdiguero concluye su artículo. Para continuar profundizando en el tema se cita a un estudioso de la Gesta Güemesiana.
Boletín Güemesiano Digital Nº 261