DÓLARES, UN STRANGER THING EN LA ECONOMÍA

DÓLARES, UN STRANGER THING EN LA ECONOMÍA

“La falta de dólares es desesperante”, dicen que dijo la ministra de Economía Silvina Batakis, en plena carrera para conseguir una medalla al mérito. Y tiene razón. Pero falla en un concepto clave: el dólar sube no por la acción de especuladores o personas malvadas, sino por la acción u omisión de la política oficial que genera una falta de divisas tan aguda que ni siquiera alcanzan para sostener el nivel de actividad. En un país más o menos normal, la solución no sería tan estrambótica como dejar a odontólogos sin trabajo o a los fabricantes de baterías sin insumos que se pagan en dólares. Esos son apenas dos sectores que se quejaron públicamente, pero según la UIA hay muchos más. Una adivinanza para el segundo semestre: si por cada punto que sube el PBI las importaciones crecen 3 puntos, ¿qué pasará con el nivel de actividad, el empleo y los ingresos limitando las importaciones? En parte respondimos este interrogante en anteriores Bolsillo que pueden encontrarse con poco esfuerzo. Sin embargo, se sabe, este es un país tocado por la mano de Dios y estamos mejor de lo que sospechamos.

“La Argentina debería estar en auge. La nación sudamericana se asienta sobre algunas de las reservas de gas y petróleo de esquisto más grandes del mundo. Tiene un sector tecnológico vibrante y generó el gigante de comercio electrónico más exitoso de la región. Es uno de los principales exportadores internacionales de granos y posee abundantes reservas de litio en un momento en que la demanda de ambos se ha disparado debido a la guerra de Ucrania y al impulso mundial por la electrificación. Sin embargo, Argentina se tambalea hacia uno de sus colapsos periódicos. La inflación alcanzó el 64 por ciento en junio; puede llegar al 90 por ciento a finales de año. En el mercado negro, el dólar se cotiza a más del doble de la tasa oficial mientras los argentinos se apresuran a deshacerse de los pesos. La deuda soberana, reestructurada hace menos de dos años, vuelve a cotizar a niveles de dificultad mientras los inversores se ponen a cubierto”. Lo dice el Financial Times, una de las Biblias de los inversores globales. No les echan la culpa a gobiernos anteriores ni al tiempo ni a los productores rurales. Debe ser otro vocero del imperialismo aliado al macrismo.

Una digresión enfática: la escasez de dólares implica falta de agroquímicos, sobre todo fertilizantes para el campo, la mayor fábrica del superávit comercial que tiene el país. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil y en las antípodas (linda palabra, ¿no?) ideológicas de Alberto Fernández o Cristina Kirchner, le garantizó a su país la provisión de fertilizantes después de una charla con Vladimir Putin, el autócrata contemporáneo de Rusia. ¿De qué sirvió ofrecerse gratis como la puerta de entrada a América Latina del autoritarismo ruso? Ni siquiera para eso. ¿Puro amor gratis? ¿O un centrifugado político-ideológico en lugar de intereses nacionales? Sólo se trata de vivir, podría decir Litto Nebbia.

El “billete” por encima de los 300 pesos no es responsabilidad de malas personas. En el sistema económico que eligió la Argentina, cada cual atiende su juego y busca “maximizar las ganancias”, como indican los libros de texto. Los llamados a una etérea solidaridad social chocan con la dura realidad de que los primeros en esquivarla son los beneficiados por la política, la mejor escalera de ascenso social. La igualdad y solidaridad se diluye en los hechos concretos y en los privilegios autogenerados. Todos tienen el mismo derecho, pero algunos tienen más (perdón, pero es tan fácil pegarles que hasta suena abusivo). Se podría aplicar una variante Nac&Pop del Teorema de Baglini en estos casos: “cuánto más cerca se está del poder, más sencillo es conseguir divisas para lo que sea”. Y en este camino peripatético (busque, busquen y encontraran) de conocimientos apareció una nueva incógnita: ¿dónde están las “manos amigas” que ayudaban a mantener el precio del dólar bajo aparente control? Se sabe que las preguntas son la base de la filosofía. Aunque si la respuesta no le gusta, siempre hay otra disponible. Y existen sofistas (en la acepción ramplona) a bajo costo.

No en vano la calificadora Fitch ve un riesgo de default y la vertiginosa suba del dólar Contado con Liquidación (CCL) se explica por la urgencia en la salida de grupos de inversores, como el fondo Templeton, que “confiaron” en la anterior administración económica (de este gobierno, pero los “otros”, ¿se entiende?, el que se fue) y que ahora pujan por irse de los pesos a pesar de las pérdidas. La respuesta del gobierno es pedirles a los operadores que reduzcan sus operaciones (en serio, no es chiste) y cambió al titular de la Comisión Nacional de Valores (CNV) para, se supone, comenzar a restringir aún más las operaciones con dólar MEP y, sobre todo, con el CCL (hoy mismo lo hizo vía telefónica, pero podría haber veedores oficiales en las pantallas de algunos agentes de Bolsa), la gran vía de salida de dólares del país. Una aclaración: en ambos casos se trata de intercambio de bonos por dólares entre privados que no rozan las reservas del BCRA. Igual no importa, lo grave es el precio. Pregunta: ¿cuánto hubiera costado un salvavidas en el Titanic? Es un ejemplo exagerado, pero al oficial de cuenta que trabaja en un broker internacional lo único que le importa es acotar las pérdidas para no perder el trabajo. Así de sencillo.

La respuesta del gobierno –que ya aumentó el costo del dólar para compras en el exterior y que prohibió las operaciones con tarjetas, entre otros detalles– nuevamente roza lo pueril: pretendería imponer un “dólar turista” para que los visitantes dejen sus billetes en el Banco Central. Si en los hoteles o comercios los cambian a $300, ¿cuánto debería pagar el BCRA? ¿Convalidaría ese valor? ¿O requisarán a todos los turistas para que entreguen sus divisas? Lo peor es que después se quejan. Un recuerdo: ya probaron algo parecido y resultó un fracaso total (si lo googlean lo encuentran). Esto dispara otra pregunta: ¿será verdad la versión de las reservas netas negativas que circula entre especialistas?

Por la situación económica el riesgo país bordea los 2.800 puntos y los bonos de la deuda en dólares ya están a punto de los precios de default y nadie le presta un centavo de dólar. Un datillo: en el mes, las cotizaciones de los bonos con legislación extranjera, esos de fierro, cayeron más del 17%. En 15 días. Luego, vendrá algún fondo buitre y a los 5, 10 o 20 años, cobrarán el 100%. No es lindo, pero el que ofrece el negocio es el gobierno argentino. Sería la variante más factible de una inversión a largo plazo en el país.

Lo curioso es que se trata de una situación creada por la política que la política no resuelve. El puñadito de gobernadores que acompañaron a Silvina Batakis es la mejor prueba de la mancha venenosa (¿se acuerdan jóvenes cincuentones en adelante?) del plan de ajuste que busca socializar Alberto Fernández entre sus compañeros de ruta. Y que anticipa ruidos políticos para 2023. El primero de los cuales sería separar las elecciones locales de la nacional para preservar los territorios. El pago chico, aunque sea grande, no se mancha.

Ahora bien, está claro que no es bueno tener un dólar por encima de los 300 pesos. Simplemente, y por sobre todas las cosas, porque se toma ese valor para fijar precios, incluso los sectores que compran productos con el dólar oficial y remarcan con algunos de los valores de los dólares libres (sería bueno que los funcionarios visiten corralones de materiales para averiguar por qué el nativo ladrillo hueco vale lo que vale, entre otros ejemplos). Otro caso: con el dólar a $300, el salario promedio en dólares de los trabajadores argentinos sería el más bajo de la región. Posta. Este sí sería un argumento para cosechar inversiones, como los turistas que en la calle Florida o en Puerto Madero (en momentos como este uno no deja de extrañar, aunque sea un poquito el 1 a 1) se aprovechan del tipo de cambio dejando a los argentinos fuera de juego.

Claro que también con una brecha que roza el 140%, las expectativas de devaluación son inevitables, sobre todo en una situación de debilidad política tan marcada. Y se genera un aluvión de importaciones. En parte como cobertura por el potencial aumento del dólar, y en parte por la sobrefacturación en ciertos bienes y servicios. Otro numerito: la devaluación diaria del dólar oficial llega en términos anuales casi al 90%, mientras que hace un mes y medio era del 65%. En medio, la colocación de dólar futuro como cobertura explotó. En este contexto, la perspectiva de inflación es del mismo calibre. En la mayoría de los casos no por avaricia o especulación, sino por supervivencia.

Mientras tanto, no sólo la cuestión de las reservas se complejiza cada día más. Otros parámetros del acuerdo con el FMI son el déficit fiscal y la emisión. Un reciente trabajo de Económetrica, dirigida por Ramiro Castiñeira, sostiene que en dos meses el BCRA podría llegar a emitir casi 2 billones de pesos, equivalente a casi la mitad de la base monetaria. Emisión que luego esteriliza en gran medida mediante la absorción vía Leliqs. Pero el stock de deuda del BCRA ya superó los 7 billones de pesos, lo que implica casi 3 billones anuales en intereses. Esto significa que “el déficit cuasi fiscal del BCRA ya es igual al déficit primario del Gobierno Nacional, cada uno estimado en 3,5% del PBI para este año”. Y un número que da escalofrío: el déficit total rozaría el 9% del PBI. Pero el trabajo de Castiñeira merece más atención, lo que haremos la semana próxima en el Bolsillo nuestro de cada semana.                                                                                                                                Por Oscar Martínez  (Clarin Bolsillo)

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