Quise hacer con mis venas una comunidad
de vida y esperanzas; quise amarte; luché
para enterrar el odio y odié como un soldado
de la paz que no nace con su libertad única.
Comprobé los engaños fatales donde están
sometidos millones de hermanos, milenarias
tristezas, donde muerden los dientes dominantes.
Comprobé la dulzura cuando fuiste mujer
de mis combates, cuando vi más allá
mirándote, menuda, compañera infinita
y descubrí la madre del hombre nuevo, andando.
Yo no quise salvarme sino de la traición,
de la cobarde fuga, de la filosofía
de los desentendidos, cómplices del sepulcro;
entonces, sus gatillos, sin querer, me salvaron.
(Daniel Favero, poeta desaparecido)