Por Oscar Martínez
“Bajo un proceso continuo de inflación, los gobiernos pueden confiscar secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de sus conciudadanos”
John Maynard Keynes
Comenzar una nota con el abuso de un supuesto conocimiento enciclopédico tiene sus motivos. La frase no surgió de uno de los ídolos de los supuestos libertarios, sino de un economista que es la base intelectual -fallida, deberían reconocerlo- de muchos de los actuales funcionarios e integrantes del Instituto Patria. La inflación de febrero y sobre todo su composición, exhiben como pocas acciones el fracaso de la administración en gestionar la economía. Los precios de marzo, y meses por venir, le volverán a dar la razón al inglés que, además, se convirtió en ídolo de multitudes cuando reconoció que “de lo único que me arrepiento en esta vida es de no haber bebido suficiente champagne”. Algo que parece faltarles a ciertos funcionarios, siempre rígidos y bastantes procastinados
Reiterando el instrumento, es la hora de reversionar a Albert Einstein y recordar, en vista de las futuras acciones oficiales, que dijo algo así como “locura es hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”. Pero, seguimos en vena, toda acción siempre tiene su reacción, y “en economía uno puede hacer lo que quiera, pero nunca evitar las consecuencias” (si no tiene autor reconocido me postulo para sumarla a mi nombre en wikipedia).
En pocos párrafos, el economista Salvador Di Stefano sintetizó los efectos y sus causas. Parafraseando, en 26 meses del actual gobierno, la inflación llegó al 123,5%, la deuda del Tesoro creció en el equivalente a US$43.502 millones y se emitieron $4,264 billones (agregar doce ceros).
Seguimos nosotros ahora. La inflación, a pesar de opiniones en contrario, es consecuencia del déficit fiscal. Por eso el gobierno debe emitir billones de pesos para cubrir el exceso de gasto que ya no puede compensarse con más aumentos de impuestos. Abrimos parentésis: anticipamos aquí que había una idea para reiterar el impuesto a la riqueza para destinarlo al pago de la deuda, pues bien, el proyecto ya está escrito y será presentado en Diputados en poco tiempo. Cerramos parentésis.
Otros datos anticipan previsiones sobre el futuro accionar oficial. Uno de ellos es seguir apostando a un dólar que crezca por debajo de los precios (al revés de lo que dice el acuerdo con el FMI, pero un waiver no se le niega a nadie). Por eso, y esto es muy llamativo mientras que la deuda pública en dólares creció menos de US$3.000 millones, la emisión de bonos en pesos ajustados por inflación creció más del equivalente a US$42.000 millones. En otras palabras, “el mercado” apuesta claramente por una inflación por encima del 60% y una devaluación menor. Bastante menor.
Antes de hablar de cuestiones más sencillas, por así decirlo, otro dato de Di Stefano (siempre son de fuentes oficiales): los pasivos del Banco Central en pesos llegan a los US$45.000 millones. Estos pasivos, en su enorme mayoría son consecuencia de la necesidad de absorber los pesos (esos con 12 ceros) que emite el Estado para pagar sus gastos. Y devengan un interés del 42% anual, una tasa que se elevará porque está escrito en el acuerdo con el FMI que subirán por encima de la inflación. O sea: el rojo del Central será más rojo aún porque, por otra parte, ese pasivo se netea contra los activos que son las reservas. Y todos saben cuántas reservas reales tiene el BCRA. ¿O no? ¿Será verdad que China, además de agrandar el swap, le prometió prestarle unos DEG’s que le sobran? Finalmente, ¿cuánto costará todo esto?
De todas maneras, con el aval de Senadores al acuerdo, llegarán desde el FMI unos US$7.800 millones que servirán, sobre todo, para pagarle la semana próxima US$2.800 millones al organismo y cumplir con las deudas hasta fin de año. Después será cuestión de ir viendo como sigue la invasión rusa a Ucrania y la previsible tensión comercial entre Estados Unidos y China. Factores que elevan a la estratósfera los precios de los combustibles y las commodities, pero chiquilinadas visto los problemas que tenemos por aquí con los autoservicios o los productos con precios cuidados que fueron abducidos por algún OVNI opositor.
Por todo esto, entre otras consideraciones, el presidente Alberto Fernández anticipo que el viernes 18 comienza la guerra contra la inflación. Con los datos de los precios relevados por el INDeC sobre la mesa de arena, uno se imagina a los militares avanzando sobre los quinteros de Abasto, por ejemplo, responsables de los aumentos en las verduras que se consumen en buena parte del AMBA. U ocupando posiciones estratégicas cerca de Balcarce, donde están los productores de papa. Habrá que reconocer que el país es demasiado grande y la milicia argentina lo necesariamente chica, como para combatir contra los agiotistas (ideal para buscar en wikipedia y no perderse los videos y fotos conmemorativos) a los que habrá que combatir en campos de trigo o maíz, plantaciones de frutales o granjas llenas de gallinas (ponedoras y de las otras). Pero no: habrá más medidas iguales, o muy parecidas, a las ya tomadas (recuerden a Einstein).
Se entiende que será el viernes porque el jueves se aprobará en el Senado el acuerdo con el Fondo Monetario y el gobierno podría, así, comenzar a gobernar con foco en los problemas reales, ya de salida de la pandemia y sin el karma del Fondo en la nuca. Sin vidrios rotos ni falsas conspiraciones. Ojalá.
Los lectores de Bolsillo, en cambio, saben que el precio del tomate o de la lechuga tienen motivos que se anticiparon aquí, y que no ameritan una palabra tan grave. Así que terminamos con otra keynesainada: “Los especuladores son una consecuencia y no una causa de los precios altos”.