Cuenta una leyenda de Costa Rica que una familia se fue a vivir a una casa en el campo. Con el tiempo descubrieron que la casa estaba habitada por duendes.
Esos seres se enamoraron de una de sus hijas y comenzaron a hacer travesuras y a molestar a las personas que vivían allí, hasta que los obligaron a abandonar la casa.
La familia trató de no hacer ruido al sacar sus cosas para que los duendes no supieran que se iban. Echaron todo en una carreta y salieron a mediodía.
Ya lejos de la casa uno de los niños notó que había dejado su bacín (bacinilla, orinal o bacinica), y le avisa a sus padres con un grito. Enseguida se oye una vocecilla que responde entre risas: “¡no se preocupe, que aquí lo llevamos!”.
Historias como esta ya circulaban entre los brisbris, una tribu indígena de Costa Rica, por lo que se trata de creencias de larga data en la región.
Hoy es común escuchar historias sobre duendes, hombrecillos pequeños y extravagantes en su vestir, que hacen travesuras, protegen familias o extravían a niños entre los bosques, potreros y montañas.