Los habitantes de los páramos venezolanos de los estados Mérida y Trujillo creen en la existencia de unos hombrecitos, de unos 40 centímetros de altura, que cuidan los ríos y lagunas.
Cuentan que están vestidos como indígenas y que adornan su cuerpo con plumas, usan sombrero y barba. Se apoyan en un bastón para caminar.
Al igual que en los mitos y leyendas de otras latitudes, estos personajes hacen travesuras, especialmente a personas que ensucian o dañan el ambiente de los páramos.
Cantan, silban, juegan, y a veces roban los alimentos y dulces de las mochilas de los viajeros.