Cada 6 de enero, millones de niños se levantan con la ilusión de ver si, los Reyes Magos han pasado por su casa y han dejado regalos bajo su árbol de Navidad o junto a sus relucientes zapatitos situados junto a la ventana. Una tradición muy extendida en España, algunos países de centro Europa y latinoamérica. Para que puedan comprender esta tradición navideña, puedes leer a tus hijos este cuento de Navidad que resume la leyenda de los tres Reyes Magos de Oriente.
Érase una fría noche de invierno de hace muchos, muchos años, cuando tres hombres muy sabios que vivían en las lejanas tierras de Oriente, iniciaron un largo viaje guiados por una maravillosa estrella. Esa estrella brillaba en el cielo más que ninguna otra, era hermosa, grande y clara, tanto que las demás estrellas quedaron desdibujadas en el cielo nocturno.
Aquellos tres hombres, eran reyes y eran magos y todos supieron que esa estrella anunciaba el nacimiento que habían esperado desde hacía años, era el nacimiento del hijo de Dios. Caminaban a lomos de camellos, vestidos en ricas ropas de seda carmesí con turbantes en sus cabezas. Sus nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Tras varios días de viaje, los tres Reyes Magos llegaron hasta Jerusalén y allí pudieron contemplar la estrella más cerca y brillante que nunca, su destino estaba cerca. Prosiguieron unas horas más hasta llegar a Belén y, en la noche silenciosa solo se escuchaba el caminar de sus camellos. Cada uno guardaba la emoción de lo que les aguardaba en su corazón y ninguno era capaz de pronunciar palabra.
Por fin, llegaron hasta la puerta de un establo y, con solemnidad, se acercaron al interior. Allí, acunado entre el heno perfumado, recibiendo el calor de un buey una mula y ante la antenta mirada de sus padres estaba El Niño que sería el salvador de los hombres. Era el Niño Jesús, el hijo de Dios, ante quien se postraron y rindieron tributo.
Pusieron sus ofrendas a los pies del pesebre:
– Oro, por ser un tributo a un rey.
– Incienso, en reconocimiento a su divinidad.
– Mirra, para aromatizar y en reconocimiento al que será su padecimiento.
Y, tras un momento de recogimiento y sin poder apartar la vista del niño Jesús, salieron del establo, volvieron a montar en sus camellos, y abandonaron la ciudad dejando tras de sí tan solo el ruido de los cascos en la noche.
Desde entonces, la madrugada del 6 de enero, fecha en la que llegaron hasta Belén, los Reyes Magos de Oriente recorren el mundo a lomos de sus camellos y acompañados de sus pajes, para llevar ofrendas y regalos a los niños quese han portado bien. Y, a los que no, les dejan un pequeño recuerdo: un saquito de carbón para recordarles que han de tener un mejor comportamiento.