(Ciudad de Buenos Aires)
En la sede del gobierno nacional, todos los gobernantes democráticos tienen su cuadro. Pero hay uno en especial que esconde un secreto perturbador: el de Nicolás Avellaneda. Como cuenta Liliana Franco en “Los secretos de la Casa Rosada”, algunos funcionarios supersticiosos “tratan de no pasar cerca cuando el establecimiento está vacío y en silencio”. Presidente entre 1874 y 1880, Avellaneda murió a los 48 años, en 1885, en medio del Atlántico al regresar de Francia, donde no había podido ser curado de una enfermedad. Su sucesor, Julio Argentino Roca, recibió el cuerpo con honores y encargó la correspondiente pintura de forma macabra: usando la barba pulverizada del fallecido. Dicen los que se quedan a la noche en el edificio, que es común escuchar un sonido extraño que sale desde el cuadro o murmullos.