La Difunta Correa es un personaje mítico de nuestro país. Su nombre original era Deolinda Correa y detrás de su leyenda hay una conmovedora historia de amor y fidelidad.
Luego de su muerte, Deolinda se transformó en objeto de culto y devoción. Como santa popular se le atribuyen numerosos milagros. Su santuario está en la localidad de Vallecito, provincia de San Juan. Allí es visitada cada año por miles de creyentes de todo el país, que llegan para pedir favores, cumplir promesas o agradecer por la ayuda o el milagro realizado.
La historia cuenta que, mientras se vivían las luchas entre unitarios y federales, la joven Deolinda Correa estaba casada y acababa de tener a su primer hijo. Una tropa montonera pasó entonces por San Juan para robar víveres y reclutar hombres a la fuerza.
A pesar del intento de resistirse, su marido fue reclutado y Deolinda quedó desamparada. El comisario del pueblo, aprovechó esta situación y comenzó a acosar a la madre y esposa. Ella decidió escapar tras los pasos de su amado esposo, llevando a su hijo en brazos.
Pero, según cuenta la tradición oral, Deolinda huyó sin provisiones suficientes y a pie. Intentó seguir el camino de la tropa, pero se perdió y deambuló por los cerros hasta llegar a Vallecito, exhausta y deshidratada. Sin esperanzas, se sentó e intentó amamantar a su hijo.
Ella moría de sed sin dejar de alimentar a su niño, y así la encontraron los arrieros. Su hijo seguía vivo alimentándose de sus pechos, por los cuales aún fluía la leche materna. Este es el primer milagro que se le atribuye a la Difunta Correa.
La Difunta Correa se convirtió con el tiempo en una santa popular. Se levantaron pequeños santuarios por todo el país, en donde los devotos le dejan botellas de agua como ofrenda.