Una famosísima leyenda tradicional china nos habla del poder del amor y la rabia ante la muerte de los seres amados, además de hacer referencia a las duras condiciones y los riesgos que corrieron los constructores de la Gran Muralla China.
Dice la leyenda que en la época en que la dinastía Qin ostentaba el poder en China y la Gran Muralla estaba en construcción, dos familias fueron separadas por esta: Los Meng y los Jiang. Estas, de cara a simbolizar su amistad, plantaron dos plantas trepadoras (una por cada lado) para que estas se encontraran arriba. Una vez unidas las plantas, ambas familias vieron que dicha unión había producido un enorme fruto.
Ambas familias discutieron de quien era, pero decidieron partirlo por la mitad de manera equitativa. Sin embargo, dentro del fruto encontraron una niña, que decidieron criar de manera conjunta con el nombre de Meng Jiang Nü. Esta chica creció y se hizo mujer, y un día conoció a un hombre de nombre Wan Xiliang el cual estaba siendo perseguido para ser ejecutado (dado que un sabio le había dicho al emperador que sacrificar a diez mil hombres evitaría el derrumbe de partes de la muralla, y el nombre Wan significa precisamente diez mil). Tras contarle la situación ella decidió ocultarle en su caso, pero con el paso del tiempo ambos se enamoraron y finalmente se casaron.
Pero precisamente el día de la boda Wan Xiliang fue capturado. En principio se le obligó a realizar trabajos forzados: participar en la construcción de la Gran Muralla China. Meng Jiang Nü no perdió la esperanza y esperó que su esposo volviera a ella. Sin embargo, al llegar el invierno este no regresó. La mujer procedió a tejer ropa para que su marido pudiera resguardarse del frío, para a continuación llevarla al lugar de la Gran Muralla en que en principio debía estar Wan Xiliang.
Sin embargo, al llegar le esperaba una muy mala noticia: durante la construcción, el hombre había muerto y había sido enterrado en algún lugar de la Gran Muralla. La mujer lloró y lloró durante tres días y noches con tal fuerza que la Muralla se apiadó de ella, dejando que alrededor de 400 kilómetros de esta se hundieran. Entre ellos se encontraba el lugar donde Wan Xiliang estaba enterrado, algo que permitió que la mujer pudiera volver a ver a su amado