Los dragones son criaturas muy admiradas en China. En este país suelen ser criaturas de gran poder, pero también de gran sabiduría, a menudo vinculados con el clima. Sin embargo, también pueden encontrar placer en las posesiones materiales, algunas de las cuales han sido codiciadas por el hombre. Tal y como ocurre en esta leyenda.
Dice la leyenda que hubo una vez un dragón que habitaba en la isla Kinabalu, el cual era generalmente pacífico y que quería y jugaba lanzando al aire y recogiendo una enorme perla la cual era su más valiosa posesión.
Esta era codiciada por muchos, y llegó un momento en que el emperador quiso incorporarla a su tesoro. Para ello encargó a su primogénito la tarea de hacerse con ella, embarcándose junto a su tripulación. El joven príncipe elaboró un plan para hacerse con la perla, solicitando a sus hombres que le hicieran una cometa capaz de soportar el peso de en hombre adulto y una linterna.
Cuando dicha cometa estuvo construida, el príncipe esperó a que fuera de noche para que el dragón se durmiera y con la ayuda del cometa pudo volar hasta la posición del dragón e intercambiar la perla por la lámpara. Tras ello fue recogido por la tripulación. Empero, el dragón pronto despertó y hecho una futura se abalanzó sobre el barco del príncipe con el fin de reclamar su posesión.
El príncipe y sus marineros, desesperados ante el ataque de la sierpe, decidieron cargar los cañones y disparar. Con el primer tiro el dragón pensó que estaban arrojando su perla, con lo que corrió a atraparla, pero el peso de la bala le arrastró hacia abajo, cayendo al mar. El príncipe logró volver a su hogar con la joya, que se convirtió en parte del tesoro imperial, y con el tiempo se volvería el nuevo emperador.