“Mi padre era un indio bastante bravo. Claro, trabajaba en el monte, con el hacha, ahí tuvo a sus catorce hijos. No tenía tiempo de jugar con nosotros, además no tenía ninguna cultura, pobre viejo. Pero los domingos se sentaba en un sillón de esos que se hamacan, que hacía mi madre con el hacha (ella hacía todos los muebles de la casa) y se compraba un litro de vino. Tomaba y cantaba, y acariciaba a mi madre. Y entonces podíamos jugar con él, subirnos a upa, tocarlo. Cuando fui grande pensé: ¿qué magia tiene el vino capaz de devolverle al hombre la ternura por los hijos, por la compañera, las ganas de cantar? Yo amo al vino porque el obrero, que no puede ir de vacaciones, ni tener una casa como la gente, toma un vino, como hacía mi padre, y se reencuentra con él. Por ese día es feliz”.
“Lo que pasa es que el mundo, y por supuesto nuestro país, están establecidos sobre bases falsas; nos quieren hacer creer que la alegría es ganar plata y poder. Esos no son valores, son medios para explotar a la gente. El hombre debe cultivar los valores del amor, del sentimiento, de la honradez. La alegría está en compartir, no en acumular”.
“Mi riqueza y la de mis compatriotas son mis canciones. Por algo los sinvergüenzas que manejan el mundo hacen todo para que cada pueblo olvide sus canciones. La música de un pueblo sostiene sus sentimientos. Su hidalguía está en su música”.
Música – “VOLVER EN VINO” DE HORACIO GUARANÍ