Fue construido a principios del siglo XX, en honor al fraile Ernesto Tornero que en el siglo XVI dirigió el primer asentamiento religioso en esas tierras. El lugar tiene el estigma de sus espectros y fantasmas que viven desde su inicio el edificio. Según la historia más arraigada, en lo alto de la torre, el cacique Rucumará tenía prisionera a Marina, una indígena que lo rechazaba porque se había enamorado de Rodríguez, su conquistador español. Este último ordenó a Rucumará soltar a la mujer a cambio de perdonarle la vida. Pero lejos de convencerlo, el cacique tomó a Marina y juntos saltaron a los acantilados. Quienes sostienen esta leyenda afirman que los fantasmas que pululan por el Torreón son, en realidad, los amantes desencontrados
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