La línea A de subterráneos de la Ciudad de Buenos Aires fue pionera en Latinoamérica. Cuenta la historia que entre 1910 y 1913, cuando se construyó, dos obreros italianos fallecieron por el derrumbe de una pared sobre la actual avenida 9 de julio. Muchos pasajeros de la línea relatan que, de noche, las luces de las formaciones se apagan precisamente en ese tramo y que, al costado de los vagones, es posible ver los cuerpos sin vida de los trabajadores, como si sus almas hubieran quedado atrapadas en ese lugar.