Los cíclopes eran gigantes con un solo ojo en mitad de la frente. Los primeros cíclopes eran hijos de Urano y Gaya, dioses del cielo y de la tierra respectivamente. Quedaron encerrados en el cuerpo de su madre debido al miedo que su padre tenía de que le pudiesen destronar. Después de que el titán Cronos le arrebatase el trono a su padre Urano, fueron liberados durante un tiempo, pero pronto volvieron a ser encerrados en el Tártaro, la parte más desoladora del Averno. Zeus, hijo de Cronos, los liberó para siempre, pues él y sus hermanos necesitaban su ayuda para controlar el universo en la batalla de los titanes frente a Cronos y otros titanes. Gracias en parte a los cíclopes, Zeus y sus hermanos consiguieron ganar. Los cíclopes, en agradecimiento por su liberación, le forjaron a Zeus sus rayos, a Poseidón su tridente y a Hades el casco que le hacía invisible. La imagen de los cíclopes como hábiles artesanos que ayudaban a Hefesto permaneció durante toda la Antigüedad. Horacio, poeta romano del siglo I a.C, se refirió en varias ocasiones a «las poderosas forjas de los cíclopes localizadas en el famoso volcán Etna. Según Virgilio, fue en lo más profundo del volcán donde forjaron la armadura de Eneas. Los muros de las ciudades griegas de Tiryns y Micenas habían sido construidas por los cíclopes