No puedo leer a Cortazar

No puedo leer a Cortazar

Basta solamente un capítulo. El primero. Luego de leerlo, uno entiende lo que sienten estos dos personajes. He encontrado la excusa perfecta para escribir acerca de un problema que me ha sido referido muchas veces, pero que no he encontrado una manera de exponerlo que me sea justa. Un simple comentario en una charla apacible puede disparar múltiples reflexiones. Y uno cita a otra persona cuando no encuentra la forma clara de expresarse. Allí está consumado el hecho. Cortazar no ha escrito para mi.

Dos enamorados han recorrido enteramente las calles de París, y en cada íntimo rincón, en cada plaza irreal, han hecho que su romance suscite lecturas acerca de dos vidas que podrían ser inverosímiles hoy en día. La vera del río y sus calles han cruzado los innumerables puentes y han agotado sus ojos en el Sena, Rive Droit y Rive Gauche. París es descrita detalladamente. Y Rayuela ha sido para Cortazar su narración más significativa, pero tan solo en un capítulo se describen dos lugares contrarios, taciturnos, entre dos enamorados que andaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse, y dicha idea parece ser la sensación más plácida que uno tiene cuando se enamora.

Pero un encuentro casual es lo menos casual en la vida, y de esta forma Cortazar construye una historia de amor perfecta entre Horacio y la Maga que se narra en una prosa límpida y directa, y han bastado muy pocas líneas para construir poéticamente un amor desinteresado y puro, que se escribe de manera sublime. Horacio ama las imperfecciones de su amada, lo dice de manera cándida cuando la describe. Viven el uno para el otro. Pero resta preguntarnos acerca de si ese amor es ficcional, si es posible construirlo, o si más bien, parece ser una utopía en un orden distópico.

Y es que si hemos repetido la historia de Romeo y Julieta, de Quijote y Dulcinea, de Heathcliff y Catherine, hemos vivido la vida que solo ha existido en la mente de unos cuantos escritores románticos. Es el sentimiento de una élite de literatos que no se han sabido expresar realmente. La dionisíaca contracara nos muestra hoy en día como las relaciones se han vuelto superficiales, mercantiles, en las que el individualismo de la vida moderna ha primado por encima de todo.

Es difícil expresar lo que genera Rayuela en cada lector. En lo que a mí me concierne, ha generado una profunda melancolía. Cortazar ha descrito de forma más bella y etérea, y lamentablemente verosímil, lo más irreal de la actualidad. Ha escrito una relación quimérica, la cual solo sirve para ilusión de algunos desprevenidos, y en cuya forma sólo existe el amor idealizado, tortuoso e inalcanzable. Si hoy existe el amor líquido, superfluo, entonces, en esa clave, no puede leerse a Rayuela. En sus páginas solo quedará el recuerdo de una hermosa sàtira, una historia inmaterializable. Este último razonamiento probablemente no posea validez alguna: si la realidad supera la ficción, Julio Cortazar ha tenido el don de construir una ficción insuperable.

Escribe: Nicolás Lona Kleinert

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