Esta leyenda narra una historia que incluye algunos sucesos reales y otros milagrosos. En 1582, Fray Francisco de Victoria, el obispo de Tucumán, asistió a la fundación de la ciudad de Salta. Algunos años después, en 1592, se hallaba en España y envió dos esculturas a América, una de la Virgen del Rosario a Córdoba y una del Señor Crucificado a Salta.
Pero los obsequios no llegaron a esos lugares, sino que aparecieron flotando en un puerto de Perú. Cuando las autoridades del lugar se enteraron de lo sucedido, decidieron enviar las esculturas a sus respectivos destinos, por eso, el Señor Crucificado fue colocado en la Iglesia Matriz de Salta.
En 1692, se produjo un terremoto que arrasó con la ciudad de Esteco, ubicada cerca de Salta. Cuando los salteños supieron lo que había acontecido, fueron a la Iglesia Matriz a rezarle a la escultura de Jesús, para pedirle que no se produjeran más daños. Y así fue, en Salta se sintieron temblores, pero no hubo grandes derrumbes.