El alto consumo de energía fue uno de los factores por los que se descartó esta tecnología
Los televisores con pantalla plana tuvieron una tecnología que impulso su inicio: el plasma. Esta alternativa fue la que muchas marcas usaron por un largo tiempo, pero en el año 2014 se descartó por varios motivos para darle paso a los TV LCD, LED y actualmente opciones de mayor calidad como QLED y OLED.
Cuando empezaron a llegar otras tecnologías, los fabricantes identificaron que había otras opciones más económicas de implementar en los dispositivos, lo que abría las puertas a más mercados y usuarios.
Cómo funcionaba el plasma
Los televisores de este tipo tenían pequeñas bolsas de gas que emitían luz cuando se cargaban con electricidad. Gran parte de esa luz era ultravioleta, pero al golpear con células de fósforo se producía el color.
Así que cada pixel de la pantalla tenía tres celdas de fósforo una roja, una azul y otra verde, que al combinarlos se generaban el resto de tonos para conformar la imagen.
Esto les daba el beneficio de no necesitar luz de fondo, lo que mejoraba el contraste, la calidad de los tonos negros y los píxeles se podían apagar individualmente.
Otro beneficio es que contaban con una alta tasa de respuesta frente a las peticiones del usuario con el control y buenos ángulos de visión para acomodarlos en diferentes lugares de la habitación.
La desaparición del plasma
Esos puntos positivos se vieron opacados por elementos negativos. Por ejemplo, un televisor con esta tecnología apenas alcanzaba los 100 nits de brillo, lo que lo hacía perfecto para habitaciones oscuras, pero inapropiado para espacios con mucha luz. Mientras que los dispositivos LED superan los 1000 nits y se adaptan bien a cualquier lugar.
Por su funcionamiento, eran susceptibles a sufrir quemado de pantalla, es decir, que quedaba una sobra cuando se mostraban imágenes estáticas por mucho tiempo. Algo que lo que sufren los paneles OLED actualmente, aunque muchos ya lo han corregido con características técnicas.
El consumo de energía y de calor fueron puntos claves en su desaparición. Los fabricantes debían incluir muchos ventiladores internos para mantener fresco su funcionamiento y eso aumentaba su precio, además los hacía más pesados y más gruesos.
Factores que con las tecnologías siguientes se corrigieron al presentar pantallas ultra delgadas, con bajo consumo energético y sin calentar el panel, afectando su vida útil a futuro.
Por último, los televisores plasma habían alcanzado un estándar en cuando a calidad de imagen, limitando sus opciones para competir con resoluciones como el 4K, por el alto precio que representaba adaptarlos a esta capacidad y el beneficio en el mercado no era significativo para los fabricantes.
Así fue como esta tecnología no pudo competir con el avance y sus puntos negativos fueron solucionados por otras alternativas, que representaban una menor inversión para las marcas y permitía bajar los precios para llegar a más usuarios.
Actualmente, los televisores OLED son los más parecidos al plasma, ya que sus píxeles se pueden apagar y encender de forma independiente, lo que permite mayor calidad en el contraste, también cuentan con buenos ángulos de visión, alta resolución, tienen un tiempo de respuesta rápido e incluso heredaron los problemas de quemado de imagen.
(INFOBAE – Por Juan Ríos)