Las tribus indígenas brasileñas valoraban en gran medida la importancia de la selva y los bosques, los cuales poseen su propia criatura/deidad protectora. Estamos hablando de la leyenda del Curupira, propio de los tupi.
Este poderoso ser es de pequeño tamaño pero cuenta con gran fuerza y velocidad, se suele describir como calvo o pelirrojo y de orejas grandes y una de sus características más distintivas es el hecho de que tiene los pies invertidos (es decir, mirando hacia la espalda en vez de hacia el frente).
Se trata de un protector de los árboles, los animales y la naturaleza, a menudo haciendo perderse y olvidar el camino de vuelta a quienes lo invaden y dañan como castigo.
Cazadores y leñadores suelen ser sus enemigos, interrumpiendo sus actividades (si bien tolerando la caza en aquellos que la llevan a cabo por hambre). Debido a la inversión de sus pies, sus huellas también resultan tremendamente confusas, algo que hace difícil dar con él. También se dice que a veces se lleva a los niños al interior de los bosques para enseñarles a amarlos, devolviéndolos junto a sus familias cuando cumplen siete años de edad.