Los animales más cercanos al ser humano protagonizan también múltiples leyendas. En el caso del perro, a menudo se ha relacionado con leyendas en que se tornan guardianes del espíritu de los muertos o incluso en que son almas en pena. Una de las leyendas protagonizadas por un perro es la siguiente.
Dice la leyenda que había una vez un joven bizkaino a punto de casarse estaba en el proceso de repartir las invitaciones a la boda. Durante su camino pasó por delante del cementerio, en la cual vio una calavera caída en el suelo. El joven le propinó una patada, diciendo de forma burlesca que ella también estaba invitada. Al poco tiempo, sin embargo, se dio cuenta de que un gran perro negro le perseguía, mirándole de tal modo que se asustó. Tras volver a casa le contó a su madre lo que había ocurrido, la cual le recomendó que rápidamente fuera a hablar con el anciano brujo de la ciudad en busca de consejo.
Rápidamente el chico corrió a verle, y el anciano le contó que el perro era el guardián del cadáver al que pertenecía la calavera y que pretendía vengar la ofensa cometida. Sin embargo, le indicó que para subsanar el entuerto cogiera al perro y durante el banquete le sirviera siempre en primer lugar, antes que a los invitados. Llegó el día de la boda y el joven hizo lo que se le indicó, dándole al perro los mejores bocados siempre en primer lugar a pesar de las críticas de los invitados. Tras hacerlo, el perro le indicó que había hecho bien, pues con ese gesto su dueño (el muerto) había decidido perdonarle. Tras ello, el can desapareció.