Los nazis sitiaron Leningrado en el otoño de 1941 durante 872 días. Mi abuela decía que ella y mi madre habrían muerto de hambre sin la ayuda de VASKA, su gato pelirrojo.
Trabajaban en equipo. Ella tiraba miguitas para atraer pájaros y VASKA los atrapaba. Con lo que hubiera cazado, mi abuela cocinaba un guiso y VASKA se quedaba sentado esperando su parte.
Por las noches se cubrían con una manta y VASKA les daba calor.
También les avisaba de los bombardeos antes de que sonara la sirena. Mi abuela agarraba a mi madre y al gato y corría al refugio. Allí había que cuidar que nadie se comiera a VASKA.
Cuando se levantó, fue más fácil conseguir comida y mi abuela le daba a VASKA la mejor porción. Lo acariciaba amorosamente y le decía: “Eres nuestro sostén”.
VASKA murió en 1949 y mi abuela lo enterró en el cementerio. Para que la tumba fuera respetada, puso una lápida con el nombre Vasily Bugrov. Mi madre la enterró al lado de VASKA. Y yo enterré a mi madre ahí también. Ahora los tres yacen juntos, como en aquellas frías noches bajo una manta.
Escrito por Daniel Paz sobre un testimonio de Svetlana Shaov.