Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma…
¡y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor… Con pena
logré balbucear breves palabras…
¿Quién me dio la noticia?… Un fiel amigo…
¡Me hacía un gran favor!… Le di las gracias.
Gustavo Adolfo Bécquer