No es sencillo ser Ministro de Economía en la Argentina. Más alla de los desaguisados políticos y las sucesivas zancadillas le hacen sus ¿compañeros? de gobierno, que le quitan legitimitad política a sus decisiones, Martín Guzmán enfrenta problemas que van más allá de la búsqueda de créditos para piqueteros y detalles burocráticos por el estilo (¿no existirá la figura de jefe de gabinete u “operador” en el Palacio de Hacienda?).
Mañana, luego de un miércoles negro en los mercados financieros globales y sin saber que pasará en días sucesivos, deberá enfrentar la renovación de deuda por unos $700.000 millones en otra enorme licitación por el vencimiento de títulos. Ofrecerá, como es habitual, un menú de bonos ajustados por dólar o por inflación, además de las tradicionales (y cada vez más minoritarias) letras a tasa fija. El mes pasado no pudo cubrir todos los vencimientos y debió recurrir al auxilio del Banco Central, que ya lleva emitidos casi la mitad de pesos autorizados por el FMI. Pero eso es una parte del rojo a cubrir: este mes vencen otros $180.000 millones. Es mucho dinero para una economía del tamaño, y la situación, de la Argentina.
Pero, además, lo tiene que hacer en un entorno global muy desfavorable. La caída de los mercados mundiales llevó al riesgo país a los umbrales de los 2.000 puntos. Una cifra inducida por el derrumbre de los bonos locales. Las acciones argentinas no la pasan mejor, incluso en compañías como Globant o Mercado Libre, presas del “fly to quality” que, en estos casos, debería denominarse”fly to safety”. Es un mundo globalizado, pero sin embargo la palabra de la FED sobre medidas correctivas para frenar la inflación (suba de tasa de interés), sigue siendo el mayor driver de la economía mundial. Sumando los efectos de la invasión rusa a Ucrania, el panorama para Guzmán es realmente duro.
Todo esto sin contar con la necesidad de cumplir el acuerdo con el FMI que exige aumento en las divisas de libre disponibiidad (lo tratamos en el Bolsillo “Reservas, el primer waiver para la Argentina”). En este sentido es esclarecedora la nota “Fin de un mito: es falso que en Argentina falten dólares”, de nuestra compañera Annabella Quiroga en la que se describe una parte de la cuarta edición del ciclo Democracia y Desarrollo, organizado por Clarín y disponible en el sitio web del diario. Una síntesis: en el primer cuatrimestre del año, los agroexportadores liquidaron US$11.000 millones, pero el BCRA sólo pudo acumular US$150 millones.
Y en ese marco, vale mencionar otro datillo que no se discutió en el ciclo pero que refleja algo más profundo: no se pagó el anticipo a Techint para comenzaar a construir el gasoducto Néstor Kirchner. Un mega tubo que serviría para, en un comienzo, evitar la importación de gas que este año se llevará unos US$10.000 millones. Seguro que Guzmán no tiene la culpa. Pero bueno, así somos.
Volviendo a los pesos, que deberían comenzar a preocupar tanto o más que las reservas, no solo importa el flujo, sino que lo fundamental es el stock. También lo tratamos aquí la semana pasada (“Los verdaderos problemas de Martín Guzmán”), y la autoreferencia vale porque el mismo tema, tratado con mayor severidad técnica, fue el eje del último informe de la consultora Quantum, encabezada por Daniel Marx, que de estos temas sabe, y mucho.
Dice el informe, bautizado “Reflejo claro de la caída en la demanda de dinero”, que “desde principios de año el BCRA viene subiendo la tasa de interés en pesos nominal (la de referencia y las pasivas de plazos fijos menores a pesos 10 millones), con el objetivo de estimular la demanda de dinero, aunque en términos reales siguen siendo negativas. En ese contexto, enfrenta el desafío de subirlas a niveles consistentes con ese objetivo. Pero llevar las tasas reales a terreno positivo tiene impacto en los intereses que paga por los saldos de dinero esterilizados vía Leliqs, Notaliqs y Pases”. En otras palabras: subir la tasa para impulsar el ahorro en pesos, en este caso la deuda pública en moneda nacional, implica el crecimiento del monto y de los intereses que se pagan por ese dinero.
Sigue Quantum “de hecho, en lo que va de 2022 se observa que el principal factor de explicación de expansión de la base monetaria es la cuenta de intereses de esos instrumentos. Entre el 31 de diciembre y el 6 de mayo se pagaron 548 mil millones de pesos de intereses, que se absorbieron íntegramente con los mismos instrumentos del BCRA”
El informe indica que “la asistencia al Tesoro por 285 mil millones de pesos (el equivalente a 0,3% del PBI, algo menos de la mitad del total de 0,7% del PBI acordado con el FMI para todo el año) es compensada parcialmente con la venta de divisas que el Tesoro le hizo al BCRA (absorción)”. Hablando de la base monetaria “en comparación interanual la variación real también es negativa, de casi 5%, un reflejo claro de la caída en la demanda de dinero. Las restricciones para acceder a los mercados de dólar -tanto al oficial como al libre para ciertos segmentos- funcionan como un factor de ralentización de esa caída. Esto le permite al BCRA, al menos hasta ahora, mantener tasas de interés pasivas reales negativas sin mayor impacto sobre el tipo de cambio libre”. Y concluye: “en síntesis, el BCRA se encuentra frente a un escenario de caída en la demanda de dinero. Adaptar su política monetaria a este marco lo lleva a realizar un esfuerzo adicional, mucho más en un contexto donde la tasa de inflación sigue siendo un problema y un déficit fiscal posiblemente mayor requerirá más financiamiento monetario”. Nuevamente: más inflación y déficit implican más emisión y más absorción de pesos que engrosan esa enorme cantidad de dinero que sigue devengando intereses, que incrementan aún más, ese volumen cada día más impagable de dinero. No es un juego de palabras; es un enorme problema.
Estos conceptos parecen alejados de las preocupaciones habituales de todos nosotros, como la inflación la suba de tarifas, salarios escasos y pérdida de empleo, entre otras. Sin embargo, son como los cimientos de un inmueble. No se ven, pero son los permiten que un edificio siga en pie por muchas décadas y que otros se derrumben a los pocos años.
(por Oscar Martínez – Clarín Bolsillo)