Emilio Estrada fue presidente del consejo municipal de Guayaquil y presidente de la república por pocos meses. Destacó por servir a su ciudad en el ámbito laboral y privado. Intentó servir a su país, pero, después de ganar la presidencia en las elecciones presidenciales tuvo que declinar al verse muy afectado su estado de salud.
Pero la leyenda se ubica temporalmente en después de su muerte. Se dice que habría vendido su alma al diablo, sin saber muy bien el por qué. Sea como sea, el presidente ordenó construir un mausoleo de cobre para impedir que el Diablo se llevara su alma. El Diablo, enfurecido por no poder satisfacer su pacto, mandó custodiar el mausoleo a sus demonios y no dejar descansar al presidente Estrada.
Hay quienes dicen que han visto a un hombre elegantemente vestido dando paseos cerca del mausoleo de Estrada. Este hombre habla con los viandantes, conversa con quienes esperan el transporte público e, incluso, se queja del tiempo junto con las personas mayores. Dicen que ese hombre es el mismísimo ex presidente, que sale a dar un volteo de su sempiterno descanso.