LA DONCELLA DE PUMAPUNGO

LA DONCELLA DE PUMAPUNGO

Pumapungo era el destino de descanso preferido por los emperadores incas. Localizado en la actual Cuenca, en la provincia de Azuay, este lugar estaba impresionantemente decorado y hoy en día es posible deleitarse con los restos que todavía quedan del asentamiento, un lugar en el que se dice que se encontraba una fuente sagrada de uso exclusivo para el emperador.

Pero la leyenda no se centra en la fuente del inca, sino de sus doncellas. Atendido por unas mujeres llamadas las Vírgenes del Sol, estas eran criadas desde pequeñas en distintas artes y habilidades que usaban para entretener a sus emperadores. Una de estas Vírgenes exclusivas para el emperador incaico se llama Nina, bella y delicada mujer.

Aunque estaba prohibido para las Vírgenes del Sol que vivían en Pumapungo, Nina acabó enamorándose de uno de los sacerdotes del templo. Este amor era mutuo, haciendo que este par se reuniera en las noches de Luna Llena en los jardines del lugar, mirando las estrellas y disfrutando de la brisa nocturna que, como ruido de fondo, daba ambiente a la pasión de los dos amantes.

Pero su secreto no duró mucho. Cuando se enteró el emperador, lleno de ira y cólera, mandó matar al sacerdote como castigo, pero no así a Nina. Nina no fue ejecutada, pero tampoco fue informada del hecho. De hecho, el emperador inca ordenó que no se le dijera nada de lo que había sucedido, que siguiera creyendo que su amor estaba vivo.

La tristemente ignorante Nina seguía acudiendo al lugar que antes era el nido de amor de ella y su amante. Iba y volvía a ir, pero su amante no acudía a sus encuentros. Un día, tras llevar ya varios intentos sin éxito, murió de pena al no volver a ver a su amante. La leyenda cuenta que ella sigue ahí, que en las mismas noches de Luna Llena que disfrutó del amor de su amante se manifiesta y su lamento se puede escuchar en las ruinas del lugar.

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