La explotación minera en Bolivia tiene una larga historia. Iniciada en tiempos de la colonia española, este tipo de actividad ha supuesto muchos beneficios tanto para la antigua metrópolis como para la actual república andina.
Sin embargo, también es cierto que ha supuesto miles de muertes, incluso hay quienes hablan de millones. Bajar a la mina es una actividad peligrosa, y quienes lo hacen rinden tributo a un poder sobrenatural colocando en su honor figurines rodeados por cervezas, cigarros e, incluso, animales sacrificados a quien tutela la vida de los mineros cuando se encuentran en sus dominios.
En la región del Potosí todos los mineros conocen la leyenda de “El Tío”, aquel que dicen que los cuida cuando se encuentran bajo tierra. El mundo subterráneo es el dominio de El Tío, que no es más que un eufemismo para referirse al Diablo. Quienes creen en esta leyenda consideran que el dominio de Dios no alcanza bajo tierra y, por eso, los mineros se entregan a la tutela del Diablo cuando están ahí abajo.
Adorando a El Tío, los hombres y, tristemente también, los niños que a día de hoy son explotados en las minas de Bolivia tienen la esperanza de recibir protección. Mientras El Tío esté contento, podrán regresar a casa.