En la noche de este martes 1 de febrero, sufrió un infarto Carlos Tati Iglesias, el mejor periodista que haya tenido Berazategui.
A decir de otros colegas con altos niveles de profesionalización, como Daniel Fernández, se trataba del mejor de los nuestros en gran parte del conurbano sur.
Fue uno de los que nos enseñó a mi generación: Jorge Módica o Alexis Puig, por mencionar algunos de aquellos que compartimos la Redacción del semanario La Palabra en Av. 14 casi Mitre.
Tuve la suerte de compartir mucho con él, mi aprendizaje, el empleo, la amistad y la militancia por un mejor periodismo por el que bregamos desde el Círculo de la Prensa.
Tati venía de haber trabajado mucho en El Sol, de Quilmes durante la década del ’70; fue redactor de La Razón, donde a partir de la recuperación democrática de los años ’80 padeció a Jacobo Timerman, con quien se enfrentó como el sindicalista honesto que siempre fue desde la Federación de Prensa que ayudó a conducir en la Capital Federal.
De todo eso nos contaba cosas cuando se lo pedíamos.
Con sus antecedentes había logrado una enorme red de fuentes informativas, llamaba a todos los intendentes y siempre sabía todo. Ante la máquina de escribir, aquellas viejas Olivetti o incluso Remington, tipeaba con pocos dedos, pero a una velocidad que costaba seguirle.
La única vez que se enojó conmigo fue cuando me hice el canchero y taché con fibrón el nombre de Herminio Iglesias en un almanaque con ésa entre varias publicidades que tenía en su despacho. Yo creía que él era tan progre como yo y que aborrecería de esos peronistas, pero él me enseñó que en las valoraciones populares incidían otras historias. Lo decía él, que había estado en Ezeiza cuando la vuelta de Perón devino en tragedia.
No volvimos a tener diferencias porque siempre respeté su experiencia. El me hizo un lugar a su lado y me propuso como secretario general del Círculo de la Prensa cuando yo era aun un joven pelilargo de 25 años.
Dos años antes, en 1992, se habían juntado casi todos para armar esa entidad colectiva. Tati nunca quiso ser dirigente; siempre pedía que lo dejaran como suplente. Eligieron como titular a su amigo Roberto Malco, que venía de América TV. Como secretario general fue electo Jorge Tronqui, dueño del segundo medio local en antigüedad después de La Palabra (su Verdad e Investigación había aparecido en 1985).
Jorge Leal tuvo una diferencia con ese grupo y se fue a reflotar la vieja personería del Círculo de Periodistas que había funcionado en la década del ’60.
Cuando terminó el mandato 1992-94, era lógico que el secretario pasara a ser presidente. Así asumió Tronqui. Y yo fui propuesto para secretario general, en la asamblea que hicimos en las oficinas de La Palabra.
Todo iba bien hasta que al año siguiente, me pintó ser independiente: decidí contar cómo habían sido las intendencias de JJ Mussi previo a asumir como ministro provincial. Eso definió los alineamientos de la prensa respecto del poder político, que pasaron a verme como opositor, dentro de un Círculo de colegas que, con sus razones, evaluaban como mejor al oficialismo.
En ese desbarajuste, Tati Iglesias siempre se inclinó por la independencia y mantuvo distancia con el poder creciente del que todavía sigue siendo intendente.
Con su trayectoria y el respeto que todos le teníamos, pudo trabajar en la Municipalidad sin que nadie se lo reprochase, siempre en Prensa; cuando fue empleado en el Concejo Deliberante, los colegas estuvieron mejor que nunca en materia informativa.
Aun así, cada vez que nuestro jefe en común, Miguel Gaíta me enviaba a algún curso de especialización por parte de ADEPA, Tati tenía la humildad de pedirme que le pasara algún apunte o material bibliográfico. Justo él, que se las sabía todas.
Cada vez que hubo que hacer alguna movida para oxigenar al periodismo local, cuando creíamos que se anquilosaba, Tati estaba entre nosotros; bien porque convocaba, bien porque lo convocábamos. Así armamos la agrupación Gente de Prensa, contemporánea al pedido de que No se olviden de Cabezas.
Siempre estuvo en las trincheras de lucha en favor de los más débiles. Nunca tuvo un renuncio, ni una traición, ni una agachada. Alternaba con los diputados o jerarcas sindicales y, a la vez, se sentaba a tomar café (sin dejar de fumar) con los más novatos.
Coincidimos otra vez en trabajar con Daniel Sueldo (h) en el renovado periódico Realidad, donde hacía sus coberturas políticas.
Én los últimos años, tuvo gentilezas con otras jóvenes como Roxana Reinoso, de quien aceptó ser columnista en la radio de Alberto Sabini. Nos hacía reír con su forma de hablar desde la garganta, que a veces atropellaba la enorme cantidad de datos que tenía y no siempre le entendíamos. Sabíamos que su fuerte era escribir pero no dejaba de sorprender siempre con alguna primicia o exclusiva y un gran abanico de datos para los análisis políticos.
Hace unos años sufrió un accidente cerebro vascular. Dejó la radio y se despreocupó de la escritura aunque no podía dejar de estar pegado a los diarios o los noticieros.
Esta noche, mientras las mayorías festejan el triunfo por un único gol ante Colombia, acá en el culis mundis -como diría él- lloramos la previsible pérdida de un profesional sin precedentes entre nosotros.
Por eso, Tati, porque sabemos que ni muerto vas a dejar de leer las noticias, es que te saludos desde cada Redacción como vos lo hubieras hecho con cualquiera de nosotros: aporreando un teclado para dar cuenta de la noticia cuanto antes… por más triste e insoportable que nos resulte.
Gracias por compartir mi nota. Muy amables.